¿Se puede ser uno mismo en un entorno de Red? Ejemplos paradigmáticos surgen a partir de la configuración del espacio sin espacio. Si ese uno mismo se refiere al discurso conformado por las diversas narrativas del ego, en Internet la posibilidad se desborda. Esto nos lleva a suponer que este espacio abre la posibilidad a ser lo que se desee ser, y a jugar con los roles de manera ilimitada. Un ejemplo es el travestismo electrónico, forma común de mentira (ficción) que posibilitan los chats. Y es precisamente la codificación del medio interactivo lo que produce estos discursos. Para ingresar a estos espacios (sean salas de chat, blogs o foros interactivos) se debe asumir una identidad que surge a partir del nombre; esto es la creación de un seudónimo o nickname que identifica ese Yo virtual. Joan Madang i Planeéis categoriza a los usuarios en dos grupos: los sinceros, quienes definen el personaje creado como sí mismos, y de esa manera interactúan como si se tratase de ellos mismos; y los falsos quienes deciden crear personajes que responden perceptualmente diferente a actitudes de su creador. “[…] desde el punto de vista interaccional, no hay diferencia alguna entre un personaje sincero y uno falso. Tampoco lo habría si lo que se considerara fuera su naturaleza ontológica o física […] Lo realmente importante es la verosimilitud de los personajes.” (Mayans i planeéis, 2002)
Y esa verosimilitud se construye progresivamente. Séase un sincero o un falso, existe toda una serie de recorridos para definir el personaje, que van desde la creación del seudónimo hasta la trascendencia coherente de la incorporeidad del soporte digital.
De la misma manera en que el ego y el cuerpo se componen como efectos de la permanencia en la máquina, la matriz electrónica también compone una cierta corporeidad, que es propia de los mecanismos del lenguaje, y como consecuencia de los procesos de comunicación. Cada uno de estos elementos conforman una o múltiples personas que se evidencian en la complejidad del relato. Richard Tamayo, uno de las personas que más influencia ha tenido sobre mi manera de entender la comunicación, y de quien orgullosamente fui alumno, dijo en su Análisis transmedial:“[…] a través del Chat puedo generar conversaciones escritas donde el valor comunicacional de cada palabra puede llegar a depender de su posición, la fuente tipográfica utilizada, el color de dicha fuente, su organización en emoticons y caligramas, y hasta los errores de ortografía. […]No se genera rostro sólo con la cara: la rostridad es una cualidad que puede ganar cualquier objeto o relación social sin necesidad de pasar por el discurso oral.” Y es la sumatoria de estas composiciones y operaciones del lenguaje las que conllevan a las relaciones de valor y a la construcción de persona en el ciberespacio, de rostro invisible, y sin imagen determinada o visualización estática.
De hecho, la manera de comunicarse a través de la red ha generado toda una serie de códigos que generan una expresividad extracorporal que simula aspectos naturales de las vías de comunicación humanas. Estos modos que podríamos llamar histriónicos simplemente reflejan los aspectos que necesitan ser expresados extraverbalmente, como gesticulación, tonos de voz o expresión corporal, lo suficientemente interactivos como para tener una respuesta esperada del receptor. Y estos modos de expresión se han convertido en convenciones de manejo del soporte, y en requisitos mínimos para lograr una comunicación efectiva. Y son histriónicos debido a demandan una cierta puesta en escena para generar credibilidad en el receptor y porque apoyan la construcción del personaje.
De este modo el manejo correcto de las mayúsculas y las minúsculas, las normas ortográficas y la utilización de los signos de puntuación pasa a un segundo plano y adquiere toda una serie de significados que enriquecen el aspecto conversacional de la comunicación en el ciberespacio. Esto no solamente hace referencia a las conversaciones que se pueden tener en sesiones de chat o programas de mensajería instantánea; también aplica a cualquier sistema interactivo en línea en el que un receptor (usuario para el caso de los nuevos medios) pueda convertirse en emisor. Los ejemplos más comunes son los correos electrónicos (cuando son de carácter familiar o personal), los foros virtuales, los blogs, los guestbooks o libros de visita, los tagboards, espacios de comentarios y por supuesto los antes mencionados programas de mensajería instantánea y sesiones de chat. Por el contrario, sitios oficiales, portales de noticias, de investigación, de divulgación científica y académicos, pese a utilizar el mismo soporte (o medio electrónico de comunicación) ganan mayor credibilidad al mantener intactas las normas ortográficas, lingüísticas y de redacción, de la misma manera en que lo han hecho las publicaciones impresas por cientos de años, debido a que el hacerlo también genera un rostro: el de la seriedad y firmeza.
Otro código de utilización frecuente es el de los emoticons. Pues se trata de “[…] la representación de una cara. […] un conjunto de signos. Un conjunto indeterminado, inconcluso, abierto a la recreación y a la redefinición de sus significados y usos” (Mayans i planeéis, 2002). En un comienzo se trataba de simple combinación de signos alfabéticos y de puntuación organizados de forma tal que en distintas combinaciones imitaban algunas formas de comunicación corporal. Estas combinaciones se fueron estandarizando y terminaron convertidas en convenciones completas. Por ejemplo al unir dos puntos y el cierre de paréntesis se obtiene una sonrisa:
: )
Al modificar estas combinaciones se obtienen otros resultados. Si el paréntesis no se cierra sino se abre, se obtiene un rostro que expresa tristeza:
: (
La lectura de estos emoticons debe ser de manera horizontal por parte del usuario y se debe omitir su significado como signos de puntación. Cuatro de los smilies más frecuentes son: (Mayans i planeéis, 2002)
: ) : ( ; ) :’(
Sin embargo, los sistemas de comunicación electrónica se fueron complejizando y se dieron ciertos avances en pro del intercambio interpersonal por ese medio. Estas combinaciones de signos comenzaron a ser reemplazadas por imágenes icónicas de caritas amarillas que sonríen, lloran, abrazan, besan, están de mal genio, se sonrojan, muestran desacuerdo, complicidad, ironía y otros tantos estados del complejo matiz de emociones y expresiones de las que es capaz de mostrar el cuerpo humano. Evidentemente su utilización, como en todo entramado de sentido, depende siempre del contexto en el que surja como mensajes, y toda interpretación se genera de la relación entre el signo y su relación con ese contexto.
De la combinación de esos signos y de la utilización de las convenciones es que depende la supervivencia del personaje que se construye en el entorno de red. Existen por supuesto otras fórmulas para generar ese rostro, y es probable que en el futuro surjan más. Y es alrededor de esta matriz de significado que comienza a construirse esa identidad ciberespacial y la serie de relaciones interpersonales que forman toda una sociedad que se mueve por el ciberespacio; que se desplaza de un lado a otro en cuestión de segundos. Ese rostro por supuesto es un imaginario y un concepto, mas no una imagen.
La recreación de la persona, su transformación en ciberpersona, la concepción de un ciberespacio que conlleva a la generación de una sociedad de la información o cibersociedad, los avances tecnológicos, la cibernetización de la naturaleza y de la realidad, reducen la brecha entre los sistemas de control y comunicación de los seres vivos y los de las máquinas.
Y esa verosimilitud se construye progresivamente. Séase un sincero o un falso, existe toda una serie de recorridos para definir el personaje, que van desde la creación del seudónimo hasta la trascendencia coherente de la incorporeidad del soporte digital.
De la misma manera en que el ego y el cuerpo se componen como efectos de la permanencia en la máquina, la matriz electrónica también compone una cierta corporeidad, que es propia de los mecanismos del lenguaje, y como consecuencia de los procesos de comunicación. Cada uno de estos elementos conforman una o múltiples personas que se evidencian en la complejidad del relato. Richard Tamayo, uno de las personas que más influencia ha tenido sobre mi manera de entender la comunicación, y de quien orgullosamente fui alumno, dijo en su Análisis transmedial:“[…] a través del Chat puedo generar conversaciones escritas donde el valor comunicacional de cada palabra puede llegar a depender de su posición, la fuente tipográfica utilizada, el color de dicha fuente, su organización en emoticons y caligramas, y hasta los errores de ortografía. […]No se genera rostro sólo con la cara: la rostridad es una cualidad que puede ganar cualquier objeto o relación social sin necesidad de pasar por el discurso oral.” Y es la sumatoria de estas composiciones y operaciones del lenguaje las que conllevan a las relaciones de valor y a la construcción de persona en el ciberespacio, de rostro invisible, y sin imagen determinada o visualización estática.
De hecho, la manera de comunicarse a través de la red ha generado toda una serie de códigos que generan una expresividad extracorporal que simula aspectos naturales de las vías de comunicación humanas. Estos modos que podríamos llamar histriónicos simplemente reflejan los aspectos que necesitan ser expresados extraverbalmente, como gesticulación, tonos de voz o expresión corporal, lo suficientemente interactivos como para tener una respuesta esperada del receptor. Y estos modos de expresión se han convertido en convenciones de manejo del soporte, y en requisitos mínimos para lograr una comunicación efectiva. Y son histriónicos debido a demandan una cierta puesta en escena para generar credibilidad en el receptor y porque apoyan la construcción del personaje.
De este modo el manejo correcto de las mayúsculas y las minúsculas, las normas ortográficas y la utilización de los signos de puntuación pasa a un segundo plano y adquiere toda una serie de significados que enriquecen el aspecto conversacional de la comunicación en el ciberespacio. Esto no solamente hace referencia a las conversaciones que se pueden tener en sesiones de chat o programas de mensajería instantánea; también aplica a cualquier sistema interactivo en línea en el que un receptor (usuario para el caso de los nuevos medios) pueda convertirse en emisor. Los ejemplos más comunes son los correos electrónicos (cuando son de carácter familiar o personal), los foros virtuales, los blogs, los guestbooks o libros de visita, los tagboards, espacios de comentarios y por supuesto los antes mencionados programas de mensajería instantánea y sesiones de chat. Por el contrario, sitios oficiales, portales de noticias, de investigación, de divulgación científica y académicos, pese a utilizar el mismo soporte (o medio electrónico de comunicación) ganan mayor credibilidad al mantener intactas las normas ortográficas, lingüísticas y de redacción, de la misma manera en que lo han hecho las publicaciones impresas por cientos de años, debido a que el hacerlo también genera un rostro: el de la seriedad y firmeza.
Otro código de utilización frecuente es el de los emoticons. Pues se trata de “[…] la representación de una cara. […] un conjunto de signos. Un conjunto indeterminado, inconcluso, abierto a la recreación y a la redefinición de sus significados y usos” (Mayans i planeéis, 2002). En un comienzo se trataba de simple combinación de signos alfabéticos y de puntuación organizados de forma tal que en distintas combinaciones imitaban algunas formas de comunicación corporal. Estas combinaciones se fueron estandarizando y terminaron convertidas en convenciones completas. Por ejemplo al unir dos puntos y el cierre de paréntesis se obtiene una sonrisa:
: )
Al modificar estas combinaciones se obtienen otros resultados. Si el paréntesis no se cierra sino se abre, se obtiene un rostro que expresa tristeza:
: (
La lectura de estos emoticons debe ser de manera horizontal por parte del usuario y se debe omitir su significado como signos de puntación. Cuatro de los smilies más frecuentes son: (Mayans i planeéis, 2002)
: ) : ( ; ) :’(
Sin embargo, los sistemas de comunicación electrónica se fueron complejizando y se dieron ciertos avances en pro del intercambio interpersonal por ese medio. Estas combinaciones de signos comenzaron a ser reemplazadas por imágenes icónicas de caritas amarillas que sonríen, lloran, abrazan, besan, están de mal genio, se sonrojan, muestran desacuerdo, complicidad, ironía y otros tantos estados del complejo matiz de emociones y expresiones de las que es capaz de mostrar el cuerpo humano. Evidentemente su utilización, como en todo entramado de sentido, depende siempre del contexto en el que surja como mensajes, y toda interpretación se genera de la relación entre el signo y su relación con ese contexto.
De la combinación de esos signos y de la utilización de las convenciones es que depende la supervivencia del personaje que se construye en el entorno de red. Existen por supuesto otras fórmulas para generar ese rostro, y es probable que en el futuro surjan más. Y es alrededor de esta matriz de significado que comienza a construirse esa identidad ciberespacial y la serie de relaciones interpersonales que forman toda una sociedad que se mueve por el ciberespacio; que se desplaza de un lado a otro en cuestión de segundos. Ese rostro por supuesto es un imaginario y un concepto, mas no una imagen.
La recreación de la persona, su transformación en ciberpersona, la concepción de un ciberespacio que conlleva a la generación de una sociedad de la información o cibersociedad, los avances tecnológicos, la cibernetización de la naturaleza y de la realidad, reducen la brecha entre los sistemas de control y comunicación de los seres vivos y los de las máquinas.